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sábado, 25 de septiembre de 2021

Trabajar o no trabajar, he aquí la cuestión.


Hay personas que están buscando empleo y cuando llega el momento del sí quiero, se echan para atrás. Han estado en actitud proactiva (palabro de ultima generación) y pasan todo el proceso, primero de un itinerario si están en un servicio de orientación y después el propio proceso selectivo, pero cuando llega el momento no están convencidas del paso a dar.

Hay datos publicados de porqué pasa esto; expectativas no cumplidas, salario no conveniente, contraoferta de la actual empresa que no quiere que se marche a la competencia, o falta de consenso familiar para dar el paso, entre otras.

Estas razones se han constatado en relación a la media de la población, digamos población estándar. Ahora bien ¿Qué pasa si alguien en situación de pobreza, los mal llamados colectivos en riesgo de exclusión, rechaza un empleo?

El juicio es rápido, la gente es que no quiere trabajar.

¿Por qué una persona que vive con un subsidio, el ingreso mínimo vital o en el empleo sumergido rechaza un empleo con su contrato y todo?
La respuesta suele ir en la misma dirección, no quieren perder lo poco o poquísimo que tienen, y cualquiera, en su sano juicio, que estuviera en esa situación haría igual.

Si las condiciones del mercado laboral fueran otras con más garantías, otras serían las decisiones. Pero con contratos a media jornada y de 3 meses que son los que más abundan actualmente, quién arriesga lo poco que tiene. Nadie elige libremente una situación peor de la que tiene sin condicionantes tan gravosos.

Cuando sean compatible las ayudas y el empleo, cuando no se castigue el intentar salir de esa situación, habrá menos miedo y más posibilidades reales de la inclusión social a través del empleo.

jueves, 5 de marzo de 2015

Crimen y castigo o cómo disuadir del empleo

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Trabajadoras en la fábrica Larios-Málaga sigloXIX 
Autor:Montes Crespo


Antonio lleva 3 años sin trabajar. Tiene 53 años, justo un mes antes de que el subdio de mayores de 52 años pasara a ser de mayores de 55, se pudo acoger a él.
Desde el Servicio Público de Empleo Estatal no le han dejado lugar a dudas: "tiene mucha suerte" y con esa sensación de derrota y vida laboral finalizada se fue Antonio a casa.
A los meses accedió a una oferta de empleo, de mantenimiento en un centro educativo, era a media jornada pero la cara de satisfacción de Antonio decía mucho más que su contrato. Tenia trabajo, él sabía hacerlo y quería empezar cuanto antes. Era noviembre, fue  a preguntar a prestaciones y cortó el cobro del subsidio para retomar su vida laboral y de camino su dignidad.

En enero volví a saber de él. En el instituto se cortaban las clases para las vacaciones de Navidad, y  a él, la contrata de turno, le cortaba el contrato. "Ya te volvemos a dar de alta después de Reyes" Antonio como desempleado experto acudió a prestaciones a retomar su  subsidio, no podía estar 15 días sin ingreso alguno.
El mensaje fue claro: "usted puede perder este derecho de mayores de 52 si continua trabajando y genera un nuevo derecho" Estando en vigor otra norma que concede esa ayuda a mayores de 55 y no de 52, Antonio veía peligrar el salvavidas que mantenía a su familia en caso de no estar trabajando: el paro.
Con este panorama,  a un lado y a otro,  tomó la decisión más dolorosa para él: dejar el empleo (parcial y temporal) para agarrarse al subsidio que le garantizaba unos mínimos ingresos de subsistencia.

La sociedad critica a estas personas, los llaman vagos, es que no quieren trabajar, estamos en un país de subsidiados... Estas y otras perlas estamos acostumbrándonos a oír y lo que es peor, a interiorizar.
Esta historia de fracaso hará que Antonio, dificilmente, vuelva  a intentarlo.

Leí con interés el nuevo subsidio llamado:  Programa de Activación para el Empleo con la intención de buscar en él aquellas medidas que incentivaran trabajar, pues no quería ofrecerle  a  Antonio ni a nadie, la fracasada oportunidad de trabajar jugandose sus ingresos mínimos.

En las compatibilidades aparece la opción de trabajo por cuenta ajena y literlamente dice que el trabajador mantendrá la percepción de la ayuda económica  durante la vigencia del contrato por el tiempo que le reste por percibir aquella, hasta un máximo de 5 meses. Al leer esto no pude evitar alegrarme enormemente y pensé ¡¡esto si que es Activar para el Empleo!!

Claro que seguí leyendo; "durante este tiempo, el empresario descontará la cuantía de la ayuda económica del importe del salario que corresponda percibir al trabajador"  Es decir que la principal motivación del trabajo que es el sueldo o salario, disminuye o casi desaparece en caso de contratos parciales.

¡¡Qué aberración!! Pongámonos en ese lugar: vamos a trabajar, seguimos cobrando el subsidio y la sensación es que la empresa no me paga, no produzco, no genero riqueza. Estoy aquí, tengo un contrato pero subsidiado. Un despropósito que parece que, sólo activará a las empresas.

Las políticas de empleo que desincentivan el trabajo son perversiones del sistema y si encima hacen que las personas se jueguen el quedarse con menos que nada, son injustas e insolidarias.

Y hay quien se atreve a juzgar a una persona en desempleo por sus acciones o ausencia de ellas. Pongámonos sus zapatos  y caminemos un rato con ellos, por ejemplo, hacia la cola de el paro.